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Channel: Comentarios en: Una gran bandera para dominarlos a todos
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Por: 39escalones

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Me alegra coincidir contigo en lo más sustancial, Dende Batavia. La memoria selectiva es consustancial al nacionalismo. Se trata de asumir un papel de víctima frente a un enemigo (necesario, por otra parte, para poder autoafirmarse) y una inocencia constante en cualquier ámbito, periodo y suceso. No ignoro el momento y las circunstancias en las que históricamente surge la construcción de imaginarios colectivos; al contrario, una cosa es explicar su origen y otra que esté de acuerdo en aceptarlo y conformarme con ello. Lo que me preocupa es que sobre ilusiones de esa clase se quieran construir realidades, lo cual se asemeja bastante al pensamiento de corte religioso que tantos siglos hemos padecido. Mi reflexión va en orden a pensar que, si no responde a una realidad, a un devenir histórico, si no asumimos el pasado y el presente en su totalidad, positivo y negativo, si no formulamos la autocrítica como punto de partida, si no respondemos a una razón lógica, a una explicación, a un tracto sucesivo (valga el latinajo), ¿de qué nos sirve? ¿qué aporta? ¿para qué lo queremos si no utiliza más que el partidismo y deja fuera conceptos como la equidad y la justicia? ¿si no es más que una mala copia de aquello que criticamos en otros, en lo español como objetivo preferente? Hablas de continuidad, y precisamente estoy de acuerdo contigo en que esa es la diferencia de la reivindicación de lo aragonés con respecto a periodos históricos anteriores (aunque la pérdida de esas continuidades se deba a una eliminación bárbara y sistemática llevada a cabo por los entes políticos sucesivos, incluido el aragonés, por supuesto). Pero no sirve para explicar el devenir posterior. Es decir, la continuidad, denominémosla “española” para entendernos, de Aragón. O sea, que si el nacionalismo aragonés emplea la memoria selectiva para su construcción, y si acusa al nacionalismo español de pretender romper su continuidad (entre otras cosas, lo acusa de invasor, de dañino, de violento, de conquistador, etc., sin afirmar previamente el origen similar de Aragón con respecto a los entes anteriores), no puede echar mano de esos mismos argumentos para combatir al nacionalismo español o para afirmar su carácter beligerante en contra de lo aragonés, porque éste, en esencia, usa las mismas herramientas, es decir, pretender romper una continuidad de lo español en Aragón o ser beligerante a sus manifestaciones. Eso lo reduce todo a una lucha entre iguales (no de tamaño ni de poder, sino de doctrina, vacía y simplista) en la que todos los contendientes son malos por reduccionistas y doctrinarios. De ahí la importancia en afirmar las razones, justas y legítimas, que asisten la personalidad propia de lo aragonés y la necesidad de denunciar aquellos mitos, construcciones, dogmas y eslóganes inventados y carentes de base o de base discutible por su manipulación (como 1591 0 1707) que le restan poder y trascendencia entre gran parte de los aragoneses, que, pretendiendo afirmar una simbología y una tradición propias, juegan a la contra por responder a meras etiquetas, a la creación de santos y de ídolos falsos, exactamente lo que se critica del nacionalismo español cuando pretende glorificar a ciertos personajes o acontecimientos. O sea, que hay que abandonar el lenguaje panfletario y la renuncia a lo negativo y presentarlo exactamente como haces en tu segunda apreciación, en términos de plus, de prosperidad, de qué ofrece una personalidad aragonesa propia y diferenciada que, si bien parte de la historia, incluido también su carácter español más reciente con lo negativo pero también con lo positivo, que mejore la situación actual, el statu quo, plasmado en unos valores, principios y objetivos que influyan en la vida de las personas. Es decir, lo aragonés no como pancarta, sino como asunción de una serie de valores constructivos que mejoren la sociedad, que beban de toda nuestra memoria (no sólo selectiva, sino también de nuestras invasiones, conquistas, crímenes, limpiezas étnicas y culturales) y que estén dispuestos a permeabilizarse y también a ser exportables.
Ésa, para quienes vemos en el nacionalismo uno de los peores exabruptos del ser humano, junto con la religión y el racismo (si es que estas tres cosas no son en el fondo lo mismo), es la única alternativa que tiene esta ideología para ofrecer algo que no sea destrucción, cerrazón, adoctrinamiento y trincheras ideológicas (o peor aún, de las otras). Pero para la implantación de estos valores que citas no hace falta ser nacionalista; de ahí que, en última instancia, el nacionalismo no sea útil, no sirva, resulte superfluo. Los valores que citas pertenecen al humanismo, no al nacionalismo. Es más, suelen ser contradictorios con él.


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